Porter presentó el concepto de "clúster" en su estudio sobre la ventaja competitiva de las naciones en 1990. Consideró que la agrupación de empresas y su especialización en determinadas actividades productivas favorecía la competitividad de las mismas.
Entre las empresas miembros de un cluster, la competencia más interesante no es la competencia en precios, sino la que se produce como consecuencia de la capacidad innovadora de las empresas; es decir, la competencia derivada de la creación de nuevos productos, el desarrollo de nuevas tecnologías, la detección de nuevas necesidades, las nuevas formas de organización y gestión. Las tres direcciones básicas de dicho proceso son: incremento de la productividad, promoción de la innovación y la creación de nuevas empresas.
Además podemos añadir dos nuevos factores relacionados con las características del entorno actual: la contribución de los clusters a la circulación y creación de conocimiento entre las empresas participantes y el hecho de que pueden ser la base para el fomento y desarrollo de estructuras educativas que mejoren la formación de los trabajadores.
En el contexto actual de crisis, una inversión seria en la dirección de incentivar la creación de clústers en el ámbito local, produciría una reactivación económica que favorecería a empresas, pero sobretodo a los ciudadanos de nuestras ciudades. Los clústers buscarían innovar constantemente por lo que necesitarían centros de investigación. A su vez, el incremento de actividad provocado por una sustancial mejora de la competitividad haría necesaria la contratación de mano de obra que en la actualidad se encuentra en paro. En definitiva sería un estímulo de cara al desarrollo de la economía local diferente de cualquier otro llevado a cabo hasta ahora y ajeno a especulaciones extenas, pues el conocimiento sería nuestro.
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